Sara canta a toda potencia, llena los pulmones de aire y entona las últimas notas agudas de esa canción que tanto le gusta. Y mientras canta se mira a Laura, que está sentada en el asiento de su lado, en el autocar. Se miran y sonríen sintiendo sus voces fusionadas con la del resto del grupo. Voces alegres, voces compenetradas, que se enlazan, giran, juegan, ríen juntas.

Le queda muy lejos el día en que subió al autocar con la cara empapada de lágrimas diciendo adiós a su madre. Desde ese día de nervios, miedos, añoranza y dolor de barriga solo ha pasado una semana, pero a Sara le parecen que han pasado años y años.

Una semana que parecen años porque ha sido muy intensa. Una semana que la ha hecho crecer.

Desde el primer día Olga fue su monitora preferida, muy risueña y siempre con un brazo dispuesto a abrazarla. Un brazo blando y acogedor como el de su madre.

El primer día también descubrió que se lo pasaba bien poniendo la mesa, y que había otros niños y niñas para los que también era su primera vez, y que también sentían añoranza como ella.

Pero ese mismo día de juego de noche la añoranza se fue. Descubrió cómo brillan las estrellas en la oscuridad de la montaña, el silencio que hay sin el ruido constante de los coches, el murmullo de las hojas de los árboles que bailas con el viento, el canto del búho. Descubrió la intensidad de las emociones cuando te esperas con cuatro amigos/as en medio del bosque, escondidos/as en silencio en la oscuridad, esperando que te encuentren. El latido del corazón acelerado, la risa que te tapas con la mano para que no se te escape entre los dedos, las miradas cómplices a la luz de la linterna.

Ahora, desde el autocar, mira por la ventana y se despide del bosque que va quedando atrás. Un bosque que ha aprendido que es de encinas, que está lleno de liana, plantas que pinchan y madrigueras de animales salvajes. Un bosque que le ha dado la oportunidad de hacer tres cabañas. Tres cabañas y un palacio. Justo hoy, que era el último día, han conseguido acabar el palacete, que es como lo han nombrado. Un palacete de troncos de diferentes medidas y texturas, de raíces, de hojas y piedras. Lo han construido entre todos y todas y ahora piensan que les ha quedado muy bien. Han trabajado muchas horas, o lo que les parecen días, y lo que le has gustado más es la decoración que ha hecho con Aleix con hojas de diferentes colores y bellotas que había cogida del suelo.

Se mira las manos que juegan inquietantes sobre los pantalones cortos y le parece que las tienen más grandes, más fuertes. Unas manos que justo hace unas horas cargaban troncos para la pared oeste del palacete, algo que nunca habían hecho. Unas manos que han aprendido a hacer pulseras de hilos de colores en las horas tiempo libre mientras su voz cantaban las primeras canciones del cancionero. Unas manos que han hecho la rueda por la hierba, han escalado rocas, se han juntado para seguir el ritmo de los bailes, han tirado pañuelos con agilidad cuando jugaban al juego del pañuelo y se han quedado arrugadas como una pasa cuando tocaba lavar la ropa.

Sara se ve reflejada en la ventana del autocar y piensa que no son solo las manos. Se ha hecho mayor y esto la hace sonreír. Se siente fuerte y valiente. Se siente viva. Su amiga Laura se remueve en el asiento del lado y le da un trozo de corteza en forma de estrella que ha tallado para ella. Se siente fuerte, caliente y llena de este amor profundo que se siente por las personas con las que se han compartido vivencias profundas. Ya se añora. Le vuelven las lágrimas a los ojos porque deja atrás el bosque, el palacete, el canto de los búhos, los monitores y monitoras, Laura y los otros amigos y amigas. Pero ahora es muy mayor y sabe que quiere decir la añoranza. Y sabe que la añoranza también forma parte de hacerse mayor. Y sabe que el verano que viene querrá ir de colonias.

La naturaleza como fuente de salud

Las colonias se desarrollan en la naturaleza, y la naturaleza tiene muchos efectos beneficiosos par ala salud, tanto física como psicológica. Muchos estudios científicos recientes demuestran que el contacto con la naturaleza mejora la salud de los niños/as, desde las funciones respiratorias o cardiovasculares hasta la obesidad, la depresión, el estrés, el déficit de atención y la hiperactividad.

Por lo tanto, ir de colonias es muy beneficiosos par ala salud, el buen funcionamiento del organismo de los niños/as y su desarrollo tanto físico como cognitivo. Además, ir de colonias ayuda a contrarrestar el trastorno por déficit de naturaleza, que aparece como consecuencia del esfuerzo prolongado del cerebro humano para hacer frente a los estímulos estridentes de los entornos urbanos.

El trastorno por déficit de naturaleza fue definido por Richard Louv en su libro The Last Child in the Woods, y se ha asociado a niños y niñas de entornos urbanos sin contacto directo con la naturaleza, relacionándose con los desórdenes de atención, los juegos en solitario, la dificultad de asumir hábitos de vida saludables. El trastorno por déficit de naturaleza, podría explicar una reducción de la capacidad creativa, de la curiosidad y de la falta de las relaciones sociales sólidas e intensas. Por lo tanto, también está relacionado con un cierto aislamiento social de los niños y niñas que lo sufren.

El contacto de los  niños/as con la naturaleza es una experiencia vital y saludable muy importante para el desarrollo, tal como describen autores como Richard Louv o Heike Freire. Todos los niños y niñas deberían tener la ocasión de estar en contacto con la naturaleza regularmente, ir de colonias y disfrutar de actividades de ocio en un entorno natural no contaminado.

Las colonias como herramienta educativa

Las colonias en la naturaleza, tanto si son escolares o si son colonias de verano durante las vacaciones, mejoran la atención del niño o niña, la curiosidad, el respeto, el interés por todo lo que le rodea. Y por lo tanto, mejoran la comprensión del entorno natural y el respeto para el medio ambiente.

Además, una semana de convivencia intensa en una casa de colonias o un campamento favorece la capacidad de socialización, la empatía, la cooperación con los otros, la cohesión de grupo, el respeto por la diversidad y la solidaridad.

De esta manera, las colonias ayudan a prevenir actitudes de acoso o de menosprecio respecto a los otros y favorecen valores, actitudes, competencias y habilidades sociales importantísimas par ala socialización del niño o niña.

A nivel pedagógico también se debe destacar que las colonias refuerzan la autonomía, la participación, la autoestima, la confianza en uno mismo/a y la autosuperación, así como los momentos de juego no estructurado, que posibilita a los niños y niñas desarrollar su creatividad, imaginación y socialización libremente.

Por lo tanto, la autonomía, la participación y el juego no estructurado son algunos de los elementos que hacen de las colonias una herramienta educativa con grandes beneficios psicológicos, madurativos y de desarrollo de la propia personalidad.

Colonias para conocer el mundo

A parte de todos los beneficios educativos y de salud que tienen las colonias, hay un factor que les aporta mucho valor, que es el  descubrimiento del mundo y el entorno.

Las colonias son una muy buena oportunidad para que los niños y niñas descubran entornos diferentes a los que están acostumbrados. A través del juego, de actividades vivenciales y del aprendizaje por la experiencia descubren la diversidad paisajística y ecológica, la diversidad de personas, la historia y las tradiciones, y hasta se pueden adentrar en el mundo de la ciencia, la tecnología o las artes escénicas. Todos estos descubrimientos les permite ampliar su visión del mundo y desarrollar la conciencia ecológica, cultura y socia.

Estas son algunas de las razones por las que muchas escuelas dan valor a las colonias, las consideran complementaria de la acción educativa que se realiza en el aula y la incluyen en su Proyecto Educativo de Centro.

El entorno natural que rodea las casas de colonias es el contexto ideal para el aprendizaje de las competencias básicas a partir de la experiencia, y por lo tanto, se debe aprovechar para conseguir una acción educativa global en la que todos los niños/as y jóvenes puedan acceder.

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