El juego supone para el niño/a una oportunidad de expresar sentimientos, de relacionarse con el entorno, de descubrir y experimentar, de disfrutar, en definitiva, de crecer y potenciar su desarrollo integral.
El juego es una acción natural, innata, libre y espontánea de los niños/as; con la que aprenden, adquieren conocimientos y se relacionan. La actividad lúdica es la base de los aprendizajes de los niños y niñas. El juego libre posibilita que el niño/a explore el entorno, los objetos y las personas que lo rodean. En el juego el niño o niña combina la actividad, el pensamiento, la sensibilidad y la autonomía, porque se trata de una actividad actitudinal, una manera de utilizar la mente articulando el conocimiento y la emoción. Cuando un niño/a juega está inmerso en una gran concentración y eso es imprescindible para cualquier aprendizaje. Favorece así las capacidades afectivas y emocionales, a través de él se reproducen o simulan situaciones de la vida real.
El tipo de juego va evolucionando. El niño/a parte de un juego corporal, donde juega con su cuerpo, lo va descubriendo y empieza a tener conciencia de la permanencia del objeto. Entiende que el objeto, aunque no lo vea sigue existiendo, y eso lleva al descubrimiento de su identidad personal. Continúa con un juego de exploración y movimiento hasta llegar a un juego compartido con otros niños/as, el juego próximo o simbólico.
Dolors Canals, fue una pionera y gran defensora de los proyectos educativos para la pequeña infancia, aseguraba que el juego y el movimiento corporal tienen una incidencia muy importante en el desarrollo integral del niño y niña. Es el medio que utiliza para conocer las propias capacidades para alcanzar nuevos retos.
Jugar para el niño/a y también para las personas adultas es curiosidad, experimentación y descubrimiento, creación e invención. Por medio del juego, el niño o niña aprende a relacionarse, a compartir, a coordinarse con los demás niños/as, a probar cosas nuevas, a hacer como hacen los mayores, a inventar nuevas situaciones y a solucionar problemas que se van sucediendo. El juego permite que el niño/a asimile y entienda lo que pasa a su alrededor, que se pueda ir superando a base de pequeños éxitos.
Las propuestas de juego deben ser abiertas para que cada niño/a pueda entenderlas y desarrollarlas a su manera, y las propuestas en pequeño grupo facilitan la observación y la atención por parte de la persona adulta. También es muy importante respetar los diferentes ritmos de juego a la hora de planificar las propuestas educativas.
CÓMO FAVORECER EL JUEGO Y EL BIENESTAR A TRAVÉS DEL ESPACIO
Para poder jugar con tranquilidad los niños/as necesitan espacios que les transmitan bienestar y los hagan sentir a gusto.
Y es que los espacios físicos, por sí solos, tienen la capacidad de generar bienestar en las personas. O por el contrario de hacernos sentir malestar o inquietud. La presencia, distribución, materiales y orden de los objetos, los colores, los olores, los sonidos, la luz y la amplitud, entre otros, son factores que pueden condicionar cómo nos sentimos y desarrollamos en ese lugar.
Si bien puede ser una idea muy subjetiva y variable según cada persona, una gran cantidad de estudios y experiencias han investigado y teorizado sobre el impacto del espacio físico en nosotros. Así pues, autores como Torelli y Durett (2007) destacan que el diseño del espacio influye directamente en el desarrollo individual y social de los niños/as y se establece un vínculo directo entre espacio y aprendizaje.
Por ello, conscientes del efecto que el diseño del espacio (tanto interior como exterior) puede tener en la tarea educativa y en el bienestar de las personas, debemos ofrecer espacios para las actividades de ocio y especialmente, para potenciar el juego libre, que aporten bienestar.
Así pues, con el fin de potenciar el juego y el bienestar de los niños/as debemos crear espacios educativos con diversas características y elementos:
- Seguridad de los materiales y mobiliario para disfrutar de un espacio acogedor y un juego seguro.
- Favorecer los espacios exteriores con elementos naturales y en caso de espacios interiores, asegurar las plantas de interior: las plantas aportan bienestar,
son seres vivos que hay que cuidar y por lo tanto, estimulan la responsabilidad, y además, mejoran la calidad del aire, amortiguan el ruido y son poderosas antiestrés. En espacios exteriores podemos favorecer el contacto con la naturaleza mediante un buen ajardinamiento y/o un huerto educativo. - Especialmente en espacios exteriores, asegurar diferentes superficies: tierra, sablón, hierba, madera,…
- Elementos de juego naturales de diferentes texturas, colores y formas: materiales como la madera, el metal, la tela, el mimbre o el cartón son muy adecuados.
- Favorecer el juego en movimiento y la psicomotricidad (especialmente al aire libre, pero también en interiores): desniveles, rampas, peldaños, puentes, túneles y elementos donde se pueda gritar, saltar, ir de cuatro grapas…
- Luz natural directa o indirecta: favorece el bienestar.
- Colores claros y cálidos: Blanco, beige, marrón… y jugamos con los fríos como los azules y verdes, pero vigilamos con la intensidad porque un color muy llamativo ¡puede crear el efecto contrario de lo que buscamos!
- Almohadas y alfombras donde parar un momento, relajarnos, leer, pintar, mantener una conversación tranquila,…
- Buena organización (por rincones de juego) y orden de los materiales: el material debe estar arreglado para aportar paz y tranquilidad. Nos podemos ayudar de cajas, cestos o similares. ¡Además, nos ayudará a ubicar los elementos y a agilizar su recogida! Y especialmente en la etapa de pequeña infancia, de 0 a 6 años, aconsejamos organizar el espacio con rincones de juego.
- Espacios de participación para compartir experiencias y de creación artística: sentarse, compartir, dibujar, pintar, desearnos palabras bonitas, mirar un cuento,…
Es evidente pues, que tener un espacio adecuado para que los niños y niñas se sientan seguras y tranquilas les permitirá tener la confianza para adentrarse en su mundo de imaginación que les ayudará a potenciar su capacidad de juego libre. El espacio, el material y el niño o niña se convierten en un conjunto que fluyen libremente y crecen juntos, permitiendo que la experimentación y el disfrute sean los protagonistas. ¡Dejemos que los niños/as jueguen libremente y aprendan a su ritmo!
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